Explicaciones largas III. La corrección

La corrección de estilo es una profesión tan invisible como necesaria. La misión del corrector consiste en mejorar el texto de un autor. Las mejoras pueden ser de muchos tipos, pero la finalidad es siempre la misma: que el texto comunique con rigor lo que el autor pretendió al escribirlo.[1]

¿Cuál es la función de un corrector ?

Corrige la ortografía, la gramática, la sintaxis, la ortotipografía, el estilo, el formato de texto y la precisión fáctica (es decir, en los hechos, casi nunca el contenido) del texto de un periódico o un libro antes de que pasen a la etapa de composición tipográfica. La corrección  consiste en revisar y corregir un texto original con el fin de darle claridad, concisión y armonía, agregando valor y volviéndolo inteligible para el lector.

¿Por qué es importante el corrector de estilo? Mi respuesta tiene un origen en una rama de la teoría lingüística: porque como usuario de su lengua, cada hablante o escribiente se cree representante de la norma. Especialmente si se trata de un escribiente de oficio, o sea, de alguien con alguna posición de autoridad social o intelectual. Cuanto más cerril sea esta creencia o autoconciencia del autor como norma, más difícil será que él se someta a la corrección de estilo. Esta identificación de la persona con la norma es uno de los pilares del argumento, casi rechazo, que dice que “el estilo de una persona no se corrige”.

Pongamos otro caso, más relacionado con la escritura, donde se observa el problema de encontrar la palabra precisa que asegure la comunicación. Lo tomo de una reflexión de Alberto Gómez Font sobre el llamado español internacional: «El 8 de septiembre del 2004 llegó al Departamento de Español Urgente de la Agencia Efe una consulta de una redactora de la sección de información gráfica: estaba traduciendo un pie de foto del inglés y necesitaba una palabra equivalente a la española “chabola” que se pudiese entender en todos los países hispanohablantes.[1]

Una solución, la más inmediata, es buscar en las fuentes. En el Diccionario de Sinónimos de la Universidad de Oviedo (http://www.etsimo.uniovi.es/dic/sinon.html) solo aparecen dos sinónimos: “casucha” y “chamizo”. En el diccionario de sinónimos que está incluido en el procesador de textos Word, de Microsoft, hay algunos más: “choza”, “chamizo”, “cabaña”, “tugurio”, “antro”, “cueva”, “refugio”, “cobijo”, “barraca”, “bohío”, “casucha”, “caseta”, “casilla” y “garita”. Catorce posibles sinónimos, aunque muchos de ellos no sirven para nombrar exactamente lo mismo.

En ninguno de los dos diccionarios consultados aparecen las dos palabras que, seguramente, son las más usadas en español de América para nombrar a ese tipo de infraviviendas: “rancho” y “favela”. Sin embargo, ambas aparecen en los mejores diccionarios de uso del español, y también en el de la Real Academia Española. En este último, al definir “favela”, se indica que se usa en América y se remite a las definiciones de “barraca” y de “chabola”. Si se opta por usar “rancho” surge el problema de que, tanto en España como en algunos otros países, su significado no coincide con el que se precisa, y si se utiliza favela aparecerá la duda de si ese lusismo (préstamo del portugués) es ya conocido por todos los hablantes o, al menos, por la mayoría. En el Salvador, hay otra palabra para referirse a ese tipo de viviendas: “champa”, y en la Argentina se conocen como “casilla” y sus agrupaciones son las “villas miseria”. quizás “casucha” sea el más fácil de entender por todos los hispanos, pues está formado con la raíz de “casa” (“cas”) y el sufijo diminutivo y despectivo “-ucha”, lo que lleva a pensar, aunque no se use habitualmente esa palabra, en una casa pequeña y de baja calidad. Y quizá lo mejor sea, como en muchos otros casos, olvidarse de encontrar una palabra común y aceptar que lo mejor muchas veces es recurrir a una perífrasis, que aquí sería “viviendas precarias”».

El corrector es un lector, una persona que lee mucho, en un sentido técnico y no ideológico, sociológico o cultural (“intelectualoide”). El corrector y el editor, pero sobre todo el corrector, lee todo el día: se le paga por eso, por leer. Ahora bien, podría decirse que su trabajo no consiste en eliminar todos los errores del texto (cualquiera que sea la noción de error que se maneje) sino en
disminuir su porcentaje. Al fin y al cabo siempre habrá una falta que espera agazapada entre los renglones a que se imprima el libro para saltar ofensivamente a los ojos del autor, del editor jefe o del lector. Sin embargo, este es el punto: la lectura del corrector es una lectura de control de calidad lingüística. [1]

Relea el texto, ahora  desde el punto de vista del corrector, desmenuce con ojo clínico cada oración del texto y descubrirá, que en general,  se hicieron con  el mismo esquema  que hemos analizado en  las lecciones anteriores.

Ahora  usted será corrector de sus propios escritos. Antes tendrá que practicar con textos de otros para  producir lo propios.

¿ Considera usted que el siguiente texto requiera corrección? Sí es así, ¡hágalo!

Al respecto debe decirse que si aceptamos que una educación relevante y pertinente es aquella que responde a los problemas, las necesidades y las expectativas tanto de la sociedad como de los propios educandos, y si al mismo tiempo reconocemos que los problemas más desafiantes del mundo contemporáneo son los vinculados con la desigualdad, la discriminación, la violencia y la degradación del medio ambiente, y que las y los estudiantes tienen que reforzar sus conocimientos y cultura, para resolver necesidades psicosociales,  de salud y de estabilidad socioemocional que deben atenderse para asegurar su adecuado desarrollo en un proyecto de vida propio; entonces, no es posible aceptar simplemente que:  la pertinencia en los estudios [de media superior] implica dar respuesta a los jóvenes que desean seguir estudiando, como a quienes requieren incorporarse al mercado laboral, por lo que éstos deben ser acordes con las exigencias de la sociedad del conocimiento y con la dinámica que requiere dicho mercado. (Acuerdo SEP 653, 2012)

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[1]  Gullaván Vera , Fabián. Guía básica para la corrección de estilo.  
https://www.academia.edu/6850436/Guia_basica_de_correccion_de_estilo

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Un comentario en “Explicaciones largas III. La corrección”

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