Don Quijote, Dulcinea y Maritornes. Las aventuras del amor

Don Quijote, una vez más, se ha instalado en un enorme castillo, cuya dama lo ha recibido con todos los honores que se merece un caballero andante, por tal motivo le dirige estas dignas palabras

—Creedme, fermosa señora, que os podéis llamar venturosa por haber alojado en este vuestro castillo a mi persona, que es tal, que si yo no la alabo es por lo que suele decirse: que la alabanza propria envilece; pero mi escudero os dirá quién soy. (Cervantes 84)

No hubo defensa ante tales razones, la dama del castillo instruyó a su hija que lo llevara a sus aposentos para descansar y curarse de los porrazos que recibió. Don Quijote hizo los suyo en agradecimiento de tan nobles actos para con un caballero de tamaña talla. Así fue como…

imaginó haber llegado a un famoso castillo —que, como se ha dicho, castillos eran a su parecer todas las ventas donde alojaba— y que la hija del ventero lo era del se­ñor del castillo, la cual, vencida de su gentileza, se había enamorado dél y prometido que aquella noche, a furto de sus padres, vendría a yacer con él una buena pieza; y teniendo toda esta quimera que él se había fabricado por firme y valedera se comenzó a acuitar y a pensar en el peligroso trance en que su honestidad se había de ver, y propuso en su co­razón de no cometer alevosía a su señora Dulcinea del Toboso, (Cervantes 85)

De pronto apareció en su pensamiento la silueta de la dama de sus hazañas; se preguntaba si la joven doncella sería tan noble de sentimientos que pudiera competir en belleza con su dulce dulcinea. Anhelaba decirle alguna palabras de agradecimiento a su belleza, solo un instante  sería suficiente. Tanto la hija del ventero  como un moza que les asistía  se apresuraron para curar a  Don Quijote de su dolencias. Ambas figuras se entrelazaron en la imaginación del caballero sin saber quién era quien.

             Esa noche Maritornes, la moza, tuerta de un ojo y no muy sana del otro se dirigió a lugar  donde dormía un arriero con quien  había hecho trato de amores , pero para llegar a él, tendría que pasar por  donde don Quijote y Sancho dormían.

de la venida de la asturiana, la cual, en camisa y descalza, cogidos los cabellos en una albanega de fustán, con tácitos y atentados pasos entró en el aposento donde los tres alojaban, en busca del arriero. (Cervantes 85)

Don Quijote percibió un dulce aroma, no puede ser otro que el de la bella doncella de castillo, aquella que unos minutos antes había recreado , como el complemento perfecto de la gallardía y honor de un verdadero caballero andante, no había terminado con estos pensamientos cuando “don Quijote la sintió, y sentándose en la cama, a pesar de sus bizmas y con dolor de sus costillas tendió los brazos para recebir a su fermosa doncella”. No habría forma de qué la doncella rechazara tan noble gesto, seguramente que ella le dedicaría algunas palabra  de amor tal como lo sospechar don Quijote.

La asturiana, que toda recogida y callando iba con las manos delante buscando a su querido, topó con los brazos de don Quijote, el cual la asió fuertemente de una mu­ñeca, y tirándola hacia sí, sin que ella osase hablar palabra, la hizo sentar sobre la cama. Tentole luego la camisa, y aunque ella era de arpillera.

Maritornes no era muy devota del baño, mas bien lo era del dinero, no le importó la facha con la que visitaría al arriero, tan solo eran unos momentos  y listo, no habría mas que hacer a pesar de ello a don Quijote

 Le pareció ser de finísimo y delgado cendal. Traía en las muñecas unas cuentas de vidro, pero a él le dieron vislum­bres de preciosas perlas orientales. Los cabellos, que en alguna manera tiraban a crines, él los marcó por hebras de lucidísimo oro de Arabia, cuyo resplandor al del mesmo Sol escurecía; y el aliento, que sin duda alguna olía a ensalada fiambre y trasnochada, a él le pareció que arrojaba de su boca un olor suave y aromático (Cervantes 85)

Con tales atavíos vio a la doncella sentarse junto a él en la cama, podía advertir una tierna mirada, aunque fuera con la mitad de un solo ojo, pero tierna al fin y cálida a la vez.

Y era tanta la ceguedad del pobre hidalgo, que el tacto ni el aliento ni otras cosas que traía en sí la buena doncella no le desengañaban —las cuales pudieran hacer vomitar a otro que no fuera arriero—; antes le parecía que tenía entre sus brazos a la diosa de la hermosura. (Cervantes 85)

La inspiración llegó al alma de nuestro héroe, tocó la fibras más sensibles de su ser, , encantado por la bella robustez de la Maritornes “Y teniéndola bien asida, con voz amorosa y baja le comenzó a decir:”

—Quisiera hallarme en términos, fermosa y alta señora, de poder pagar tamaña mer­ced como la que con la vista de vuestra gran fermosura me habedes fecho; pero ha querido la Fortuna, que no se cansa de perseguir a los buenos, ponerme en este lecho, donde yago tan molido y quebrantado, que aunque de mi voluntad quisiera satisfacer a la vuestra fuera imposible. Y más, que se añade a esta imposibilidad otra mayor, que es la prometida fe que tengo dada a la simpar Dulcinea del Toboso, única señora de mis más escondidos pensamientos; que si esto no hubiera de por medio, no fuera yo tan sandio55 caballero que dejara pasar en blanco la venturosa ocasión en que vuestra gran bondad me ha puesto (Cervantes 85).

No es lo que hay, es lo que se ve, tal vez lo que hay no exista, y solo  lo que se ve sea lo que viva. Lo que se ve se hace con los ojos del alma,  un deseo que disfruta sin pensar que haya, que  tan solo  ve, Esa es la  magia del caballero andante

Maritornes estaba congojadísima y trasudando de verse tan asida de don Quijote, y sin entender ni estar atenta a las razones que le decía, procuraba, sin hablar palabra, des­asirse (Cervantes 85)

En el mundo de lo que hay, hay un arriero que está esperando a Maritornes, está impaciente, ha estado aguardando mucho temor por ello.

 estuvo atentamente escuchando todo lo que don Quijote decía y, celoso de que la asturiana le hubiese faltado la palabra por otro, se fue llegando más al lecho de don Quijote y estúvose quedo hasta ver en qué paraban aquellas razones que él no podía entender; pero como vio que la moza forcejaba por desasirse y don Quijote trabajaba por tenella, pareciéndole mal la burla, enarboló el brazo en alto y descargó tan terrible puñada sobre las estrechas quijadas del enamorado caballero, que le bañó toda la boca en sangre, y no contento con esto, se le subió encima de las costillas, y con los pies más que de trote se las paseó todas de cabo a cabo (Cervantes 86).

Don Quijote, sin saber de dónde venía semejante golpe no dio cuenta de lo que realmente ocurría,

 …despertó el ventero, y lue­go imaginó que debían de ser pendencias de Maritornes, porque habiéndola llamado a voces no respondía. Con esta sospecha se levantó y, encendiendo un candil, se fue hacia donde había sentido la pelaza. La moza, viendo que su amo venía y que era de condición terrible, toda medrosica y alborotada se acogió a la cama de Sancho Panza, que aún dor­mía, y allí se acorrucó y se hizo un ovillo (Cervantes 86)

Pobre Sancho, parece que nunca podrá descansar, alguien  se metió en su cama, tal vez un demonio  o un alma en pena  que tiene aún cosas pendientes.

…esto despertó Sancho, y sintiendo aquel bulto casi encima de sí, pensó que tenía la pesadilla y comenzó a dar puñadas a una y otra parte, y, entre otras, alcanzó con no sé cuántas a Maritornes, la cual, sentida del dolor, echando a rodar la honestidad dio el retorno a Sancho con tantas, que a su despecho le quitó el sueño; el cual, viéndose tratar de aquella manera y sin saber de quién, alzándose como pudo se abrazó con Maritornes y comenzaron entre los dos la más reñida y graciosa escaramuza68 del mundo (Cervantes 87)

Lo única que hacia cada uno era defenderse del otro, sin saber quién era el otro, el chiste eras defenderse.  “Viendo, pues, el arriero, a la lumbre del candil del ventero, cuál andaba su dama, de­jando a don Quijote acudió a dalle el socorro necesario. Lo mismo hizo el ventero, pero con intención diferente”  se une  a la gresca  dos personajes mas: uno por defender a su moza, otro por castigarla; mientras que Sancho le daba a la Maritornes sin saber que era ella, y el arriero tampoco sabía quién golpeaba a su moza. Y qué decir de don Quijote, fue el primero en quedar fuera de la contienda, lo único que podría dibujarse en su rostro era un enorme signo de interrogación

Daba el arriero a Sancho, Sancho a la moza, la moza a él, el ven­tero a la moza, y todos menudeaban con tanta priesa que no se daban punto de reposo; y fue lo bueno que al ventero se le apagó el candil, y como quedaron ascuras, dábanse tan sin compasión todos a bulto, que a doquiera que ponían la mano no dejaban cosa sana.

La buena ventura envío a su emisario para terminar con la trifulca, un huésped  despertó por el estruendo y al grito de ¿un muerto? Cesó todo movimiento. El gran caballero andante sufre los estragos de la batalla junto con su lela escudero, pero seguro  y satisfecho de haber cumplido con la regla de la caballería al ofrecer tan bellas palabra  la bella dama del castillo.

Dulcinea del Toboso, la dama de don Quijote, el motivo de la andanza y el objeto de amor, es la creación de más sutil y productiva del caballero andante. Ella nació de…

 … una moza labradora de muy buen parecer, de quien él un tiempo anduvo enamorado, aunque, según se entiende, ella jamás lo supo ni se dio cata dello.99 Llamábase Aldonza Lorenzo, y a ésta le pareció ser bien darle título de señora de sus pensamientos; y buscándole nombre que no desdijese mucho del suyo y que tirase y se encaminase al de princesa y gran señora, vino a llamarla Dulcinea del Toboso

Es la encarnación del ideal femenino, “si todo el mundo no confiesa que no hay en el mundo todo doncella más hermosa que la emperatriz de la Mancha, la simpar Dulcinea del Toboso” (Cervantes 32) “— ¡Oh señora de mi alma, Dulcinea, flor de la fermosura, socorred a este vuestro caballero, que por satisfacer a la vuestra mucha bondad en este riguroso trance se halla!” (Cervantes 48)

            Es bella, bondadosa, leal, inspiración, “es la mujer que encarna un amor tan imaginado como es la propia Dulcinea. Es, en definitiva, una mujer también imaginada. Una mujer sin correspondencia en el mundo real” (Alonso).

En contrapartida la imagen de Maritornes  está en ese mudo real. Ella es…

Una mo­za asturiana, ancha de cara, llana de cogote, de nariz roma, del un ojo tuerta y del otro no muy sana. Verdad es que la gallardía del cuerpo suplía las demás faltas: no tenía siete palmos de los pies a la cabeza, y las espaldas, que algún tanto le cargaban, la hacían mirar al suelo más de lo que ella quisiera (Cervantes 82)

Sin embrago esta figura tosca e incluso grosera, tiene su encanto para el Caballero

Los cabellos, que en alguna manera tiraban a crines, él los marcó por hebras de lucidísimo oro de Arabia, cuyo resplandor al del mesmo Sol escurecía; y el aliento, que sin duda alguna olía a ensalada fiambre y trasnochada, a él le pareció que arrojaba de su boca un olor suave y aromático (Cervantes 85)

Don quijote confiesa que  Maritornes le genera un deseo carnal:

Y más, que se añade a esta imposibilidad otra mayor, que es la prometida fe que tengo dada a la simpar Dulcinea del Toboso, única señora de mis más escondidos pensamientos; que si esto no hubiera de por medio, no fuera yo tan sandio caballero que dejara pasar en blanco la venturosa ocasión en que vuestra gran bondad me ha puesto.

Si no fuera por Dulcinea habría caído sin chistar en los brazos  y otras partes de la moza asturiana. Dulcinea es también asexual. Es un amor platónico que hace que cualquier atracción  sexual sea inhibida por esa faz idealizada.

Dulcinea y Maritornes la tipo y la antitipo, la Venus y la antiVenus, la bella y la fea,  la ideal y  la material, la asexual y la sexualizada.

El erotismo que despierta en la ensoñación de don quijote, también fue motivo  de una pieza musical de la banda de rock española Mago de Oz.  Después de leer estos capítulos, el ensayo de Alonso González y  esta canción del mago de OZ, me pregunto si efectivamente Alonso Quijano estaría alucinando, si estaría verdaderamente loco, o solo sería una manera de fugarse conscientemente de un mundo de enormes limitaciones y reprimendas. La personificación del caballero andante es una manera de liberación sobre todo, en lo que respecta a estos capítulos, al erotismo, texturas olores y voces.

 

Referencias

Alonso, González. «Dulcinea, el amor, y las mujeres.» 16 de diciembre de 2014. ÍnsuLa CerBantaria. 1 de novioembre de 2023 <https://insulacervantes.wordpress.com/2014/12/16/dulcinea-el-amor-y-las-mujeres-en-el-quijote/>.

Cervantes, Miguel de. El ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha. Ed. Enrique Suarez Figaredo. Barcelona: Lemir 19, 2015.