¿Será que los mexicanos somos así?

La ocasión hace al ladrón.  Francisco Zarco

 Marcial Muñoz

El primer tercio del siglo XIX se caracterizó por los esfuerzos para construir la literatura nacional desde todos los ángulos que esa época permitía. Conservadores, republicanos, monárquicos, liberales moderados y radicales, todos ellos coincidieron en la necesidad de crear una nueva identidad para el naciente país. Los personajes involucrados actuaban en dos campos simultáneamente: el político y el literario. Tal

En 1936 se creó la Academia de Letrán con cuatro estudiantes del Colegio del mismo nombre. Entre ellos destacó la figura de Guillermo Prieto ya que es por sus memorias que tenemos evidencia documentada del nacimiento desarrollo y fin de esta agrupación. Por la academia desfilaron todas las variantes políticas que hemos descrito. Sin embrago, lo que los mantenía unidos era el afán por crear la identidad nacional. Unos escogieron el camino de reivindicar la grandeza de las civilizaciones prehispánicas, otros defendieron la nueva nación de naturaleza criolla, unos más pensaban esa identidad como la forma de ser y hacer de las personas comunes. De esta última vertiente se desprende una literatura nacional como los cuadros de costumbres [1] que apuntaba Prieto en un artículo de 1845.  Entre los que optaron por esta vía está Joaquín Francisco Zarco Mateos. La novela corta La ocasión hace al ladrón (1851) es un ejemplo de esta literatura mexicana de la primera mitad del siglo XIX.

Para quienes asumieron esta trinchera, hacer literatura nacional es describir la manera de vivir cotidiana de los mexicanos de la época. La propuesta es simple. No es necesario recurrir al pasado grandioso, ni hacer reivindicaciones raciales, basta con narrar lo que hacen los mexicanos. Un recurso que aprovecha nuestro autor, en este sentido, es utilizar el refrán, el “dicho” como guía de la narración.  Esta táctica es muy popular en México para, aleccionar o educar a alguien. Todos hemos recibido algún consejo con un proverbio.

Los personajes de esta historia están muy delimitados, son personajes tipo: don Melitón, como todo abarrotero, es exageradamente trabajador, meticuloso en las cuentas y nada dispendioso. Este hombre no hace recordar al típico tendero español que hace fortuna en México. Además, para efectos de la historia, el autor le confiere un atributo más, la credulidad, algo no muy común en un hombre de 40 años. Los demás son arquetípicos, el primo frívolo, un capitán, entrado en años, calavera, un trabajador fiel, un maestro de piano de gran reputación y un maestro de inglés cuyas decencias no están en duda. Todos ellos de una conducta intachable, sin embargo, si se les presenta la ocasión de hacerse de un bien de manera inesperada, en la que no se involucre su voluntad podrían justificar una acción desatinada.

            ¿Será que los mexicanos somos así? Si se presenta la oportunidad de obtener un provecho gratuito anuqué esté de por medio nuestra reputación, lo hacemos. Parce ser que pasamos nuestra vida esperando que estas circunstancias se repitan con mayor frecuencia de la que ocurren.

            Mención especial merece el personaje femenino: Pepita. La mujer ideal es la portadora de todos los atributos que cualquier hombre desearía encontrar en una amada, es la imagen romántica de la mujer; el candor y la inocencia son sus principales virtudes.  Su madre solo espera encontrar al hombre perfecto para bien casar a su hija, es hombre es Melitón. Esta descripción es un cuadro de las costumbres capitalina de la época, en particular de la incipiente clase media mexicana.

Pero, falta un pincelazo más: el toque humorístico, el matiz pícaro y motivo del título de la obra. A todos los personajes masculinos se les presentó la ocasión, (¿la deseaban?)  de tener un momento a solas y algo más con la divina Pepita y no la desaprovecharon, y creo que Pepita tampoco. Los primeros se refugiaron en el adagio y la segunda en su inocencia para ocultar su conducta reprochable. Ante tales argumentos el pobre de Melitón tuvo que aceptar las inesperadas situaciones asumiendo la responsabilidad de los demás; un instructivo y feliz final.

Bibliografía.

Amnett, Brian. Imagen, identidad y moralidad en la escritura costumbrista mexicana, 1840-1900.Signos históricos.  vol. 12, n. 24 2010, pp. 8-43. Disponible en:

<http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1665-44202010000200001&lng=es&nrm=iso>. ISSN 1665-4420.

Arreola Medina, Angelica, “El periodismo literario de Francisco Zarco”, en La prensa en México. Momentos y figuras relevantes (1810-1915), coordinación de Laura Navarrete Maya y Blanca Aguilar Plata, México, Adison Wesley Longman/Pearson, 1998. revista filológica UNAM 1966 p  598 -602

Campos, Marco Antonio. La academia de Letrán. Instituto de investigaciones filológicas, UNAM

Zarco, Francisco. “La ocasión hace al ladrón” en  La novela corta en el primer romanticismo en México. Estudio preliminar, recopilación, edición y notas por  Celia Miranda Cárabes. UNAM, 1998

Prieto, Guillermo. Memorias de mis tiempos 1828-1840. Librería de la viuda de C Bouret 1906.


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